Imagina que eres la última persona en todo el mundo que habla la lengua que te vio nacer, que te dio la voz y el nombre. Que toda tu tribu habla en inglés y ha olvidado la primera palabra, la raíz, el origen. ¿Quién susurra ahora las historias que os contaban todas las noches antes de dormir? Marie Wilcox era la única mujer en la tierra que hablaba Wukchumni. Ella nos dejó la semana pasada pero queda su legado. Gracias a su labor de recuperación, hizo todo lo posible para no ser la última, para evitar a toda costa que la lengua que hablaba de niña, no se muriera con ella.
En Tristeza de la tierra, el escritor Éric Vuillard escribe acerca de esos lugares de los cementerios apartados, mal cuidados, sin señales ni cruces. No hay nombres, no hay flores, nadie los visita. A veces, podemos encontrarnos en ellas una piedrecita, una flor que se secó, una palabra escrita a tiza en el suelo. No hay nada más. Para él, no existe nada más conmovedor que esas tumbas, porque son las tumbas de la humanidad. ¿Nos hemos preguntado por las lenguas, palabras y voces que también se fueron a la tierra con ellas?
Cuenta una leyenda, que hace muchísimo, muchísimo tiempo, no existían las personas, solo había animales. Y un día, Águila, el líder de todos, decidió que los animales debían crear a las personas. Todos los animales querían que la gente tuviera las manos como las suyas.
Coyote y Lagarto querían que sus manos fueran las elegidas para los que vendrían. Por lo que Águila decidió que ambos se enfrentaran en una carrera hacia el punto más alto de la montaña. Quien llegara primero a la cima y la tocara con sus manos, sería el ganador. Y fue Lagarto quién llegó el primero. Saltando y sin parar de reír, dijo: «Ahora la gente tendrá las manos como yo.»
Así es la historia de Cómo conseguimos nuestras manos, una leyenda de los Yokuts, una tribu de California de la que solo quedan 200 personas. Pero solo una de ellas sabía hablar toda su lengua, el Wukchumni. Se llamaba Marie Wilcox y murió la semana pasada con 87 años. Era la única mujer que la hablaba con fluidez y que llevaba más de veinte años trabajando en un proyecto para evitar que su lengua se muera. Con su labor, creó una especie de diccionario del idioma y un registro de grabaciones, palabra a palabra, junto a la ayuda de su hija y de su nieto para que la raíz de su tribu y de la lengua que la vio nacer sobreviva y no desaparezca para siempre.
Fueron muchos los días que pasó tecleando con un dedo de cada mano, con un empeño infinito para devolver la vida a la lengua que la vio crecer. Un camino de regreso a la infancia para recuperar el Wukchumni: al morir su abuela, única mujer de su familia que nunca llegó a hablar inglés, con ella se fue la raíz y el idioma. Y la tarea que emprendió Marie no fue nada fácil, ya que la lengua nunca había sido escrita. Gracias a Marie’s Dictionary, el maravilloso documental de Emmanuel Vaughan-Lee, pudimos ver el amor y la constancia de la última mujer que hablaba una lengua que se está muriendo. Y también gracias a este registro, la familia de Marie se dio cuenta de lo valioso que era lo que estaba haciendo su abuela. Necesitaron ver a su abuela y sus palabras en un documental para valorar su cultura, su propia lengua y la labor que estaban presenciando en casa. Desde entonces se sumaron al trabajo y defensa de Wukchumni. Nicholas Luna, apache y colaborador del diccionario de Marie, cuenta que ella encendió una llama dentro de ellos, un fuego que los alentaba a seguir cuidando y hablando su lengua. «Ahora sueño en Wukchumni»
Según la Unesco, solo en Estados Unidos, hay más de 130 lenguas que se encuentran en peligro de desaparecer, de las cuales más de 70 están en peligro crítico. En este reportaje de The New York Times sobre el trabajo de Marie Wilcox, también descubrimos un dato desolador: se estima que hay 7000 lenguas en el mundo en peligro. La mayoría de ellas originarias de los pueblos indígenas. Muchas de ellas no se hablan, no se escriben, ni siquiera existe algún tratado o diccionario que recopile sus historias y palabras. La asimilación cultural y la reubicación, ambas de manera forzosa, fueron, entre otros factores que tanto daño hicieron a estos pueblos, la causa de que muchas de estas lenguas estén en peligro de extinción. Una cultura de la tierra infinita y valiosa que no podemos dejar morir. En estos tiempos de incertidumbre y emergencia climática en la que tanto nos preguntamos y nos imaginamos nuevos mañanas, antiguas y nuevas palabras, quizás, puedan ayudarnos a habitar el territorio y a crear nuevos vínculos de formas diversas y diferentes, que nos enseñen otras maneras de ver el mundo y a relacionarnos con él y los demás seres.